La Puerta de Córdoba
No todas las puertas de Sevilla tenían forma de arcos triunfales. Uno de los ejemplos, que por fortuna todavía sigue en pie, es la Puerta de Córdoba.
«Erase una vez un príncipe visigodo llamado Hermenegildo, que su padre el poderoso rey Leovigildo envío a gobernar la Bética. Corrían los años finales del siglo IV. Casose con una hermosa princesa de nombre Ingunda.»
Fue esta princesa católica la que junto con el arzobispo Leandro de Sevilla los que con sus intentos lograron que el joven príncipe abrazara la religión católica abandonando así las creencias del arrianismo heredadas de su estirpe. El príncipe lo hizo con tanto convencimiento que se bautizó como Juan y se enfrentó a su padre para autoproclamarse rey de Sevilla

Su padre Leovigildo, que profesaba la corriente herejética del arrianismo puso cerco a la rebelde y católica ciudad de Sevilla, hasta que tras su rendición hicieron cautivo al príncipe converso, en la torre de Córdoba y allí fue torturado y decapitado por su osadía, aunque como defensor de la fé católica pasó a ser un Santo mártir.

la lápida colocada en la Iglesia de San Hermenegildo , antes estaba en la Puerta de Cordoba , donde tanto en latin como español se hace constar la tradición de cautiverio y muerte de dicho santo
La gran devoción que hubo entre el siglo XV y XVI en Sevilla, por el santo visigodo motivó que se llegara a construir en su honor, la Iglesia de San Hermenegildo, que aún hoy en día mantiene el mismo nombre, debido al poco espacio disponible para el culto lo que hizo necesaria la construcción de la Iglesia.
La Puerta de Córdoba , recibe este nombre debido a que era la salida natural de Sevilla hacia Córdoba. Junto con La Puerta de la Macarena y el Postigo del Aceite son las únicas entradas que aún existen en Sevilla. La suerte del indulto sobre su derribo de la muralla macarena, La puerta del mismo nombre y la Puerta de Córdoba, se debió según el cronista Gonzalez de Leon, al buen estado de conservación.