El imperio almorávide

El imperio almorávide (1047-1147)

El nacimiento del imperio almorávide comenzó a finales del siglo XI, en el Magreb occidental,  allí se dedicaban al pastoreo nómada las tribus Sanhaya, que habitaban los territorios entre los ríos Senegal y Niger.  Con el tiempo, ante la presión de Ghana y otros reinos del sur, las tribus se unieron en una confederación y fortalecieron su capital, Aoudaghost . Así comenzaron a dominar las rutas caravaneras que cruzaban el desierto de norte a sur.

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es una de las figuras históricas más enraizadas en el imaginario colectivo de los españoles, desde el Cantar de Mío Cid hasta la película de Anthony Mann protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren. Pero, ¿fue el Cid un héroe, un símbolo de la cristiandad cruzada, tal y como a menudo se le ha querido pintar? Lo que precisamente distingue al Cid histórico es su cualidad de antihéroe, de señor de la guerra capaz de forjar su destino a hierro y labrarse su propio reino

En el siglo X, Aoudaghost era el gran centro comercial, el oro adquirido allí por los mercaderes norteafricanos era reputado como el mejor y el más puro del mundo, exportándose desde esta ciudad saheliana hacia el mediterráneo, tanto en polvo como en brazaletes o hilos trenzados. Aoudaghost era una gran ciudad caravanera, clave en el comercio y la industria metalúrgica del oro, el hierro y el cobre entre el Magreb y el África Occidental hasta su destrucción por los almorávides en el siglo XI.

El inicio de lo que recordamos como el imperio almorávide surgió de un nuevo movimiento político y religioso en el seno de una tribu bereber del sur de Marraketch, los Lamtuna, que fundaron la dinastía almorávide. En poco tiempo, su actitud de austeridad y pureza religiosa convenció a gran parte de la desencantada población.

  • Imperio almorávide Extensión. Almorávide : del árabe «al-murabit», el ermitaño. Dícese del individuo perteneciente al movimiento político-religioso musulmán fundado por «Abd Allah b Yasin» en la primera mitad del siglo XI. El nombre de almorávide deriva de «ribat», monasterio donde se dedicaban a la oración, y se preparaban militarmente para combatir a los infieles, de modo semejante a las Órdenes militares de la Cristiandad medieval.

Con su apoyo emprendieron una serie de contiendas logrando formar un imperio que abarcaría parte del norte de África y al-Andalus, donde llegaron a través del rey de Isbiliya al-Mutamid el cual había pedido la ayuda de los almorávides para frenar el avance cristiano. Encabezados por Yusuf ibn Tashufín, penetraron los almorávides en la península.

Los almorávides en España (1090-1145)

Pronto conseguirían acabar con los reyes de taifas y gobernar al-Andalus, no sin cierta oposición de la población, que se rebelaba contra su talante puritano y su rigidez. Algo que no le iba nada al hedonista y liberal pueblo andalusí.

Justificaron esta ocupación por la degeneración moral y militar de los reyezuelos taifas a la vez que expandían el imperio almorávide. Una vuelta a la ortodoxia musulmana será la característica de este dominio, con lo que supone de restricción en lo sensual y recreativo. Quizá contemplemos una crisis de las letras, o, por el contrario, un auge de los mejores autores del pensamiento hispanomusulmán.

Su líder, Yusuf ibn Tashufín, llegó con su ejército, y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció en la batalla de Zalaca (1086) a las fuerzas de Alfonso VI. Estas victorias les animaron a quedarse  e imponer la ortodoxia musulmana estricta, de la que eran partidarios.

Mientras tanto, el Cid dominaba el Levante, y el 17 de junio de 1094 conquistaba Valencia creando en ella un principado y rechazando por dos veces a los almorávides, la primera cuando acudieron a reconquistarla en otoño de ese mismo año en la batalla de Bairén con la colaboración de Pedro I de Aragón, y en un segundo intento en 1097 por parte del propio emperador Yusuf ibn Tasufín.

De todos modos, un hijo de Yusuf ibn Tashufín, Muhámmad ibn Aisa, retoma la plaza de Aledo en 1092, cerca de Murcia, que había constituido una fortaleza cristiana avanzada en tierra musulmana desde 1085 y los almorávides habían intentado recuperar, sin éxito, en 1088. A continuación, Muhámmad ibn Aisa ocupa Játiva y Alcira, situándose a escasos treinta y cinco kilómetros de Valencia.

En 1093 Sir ibn Abu Bakr ataca a Al-Mutawakkil de Badajoz y conspira contra él, propiciando su caída: tras hacer prisionero al rey pacense y sus hijos, los hace ejecutar cuando se dirigía a Sevilla. Con la Taifa de Badajoz cayó también Lisboa, que el conde Raimundo de Borgoña, esposo de la princesa Urraca, fue incapaz de defender.

Fin del imperio almorávide

Los cristianos obtuvieron  importantes avances, conquistando Alfonso I de Aragón Zaragoza en 1118. Al mismo tiempo, los almorávides veían amenazada su propia supremacía por un nuevo movimiento religioso surgido en el Magreb: el almohade.

Tras la campaña del rey de Aragón, para evitar rebeliones internas, los mozárabes andalusíes fueron represaliados y, en su mayoría deportados al norte de África, recalando fundamentalmente en Fez. Se trataba de una población con un alto nivel de desarrollo cultural, que empobreció al-Andalus y le privó parte de su mano de obra cualificada.

Son años en que comienza un auge de los poblamientos en los monasterios islámicos, que habían jugado un papel fundamental en el origen del movimiento almorávide, y que proliferan ahora en al-Andalus. Los impuestos que pagaban las minorías étnicas (mozárabes, judíos) disminuyeron con el exilio y la emigración de estos a tierras más acogedoras, con lo que se hizo necesario aumentar las tasas infringiendo la ley coránica. Comenzó una crisis económica reflejada en la devaluación del dinar de oro, que pasó a tener un peso de 3,85 g.

Simultáneamente se fragua otra amenaza para el imperio almorávide, el empuje bélico de los Almohades comienza a imponerse en África en la década de 1130, lo que obligó a los almorávides a disminuir las fuerzas militares de la Península, que tuvieron que reducir a guarniciones en los principales distritos andalusíes, para poder contrarrestar la guerra declarada contra la nueva corriente integrista. Todo ello propició la insurgencia en al-Andalus en los años 1140, en el momento en que los Almohades conquistan la gran ciudad de caravanas de Sigilmasa en el Magreb, cruce de rutas comerciales y punto clave en la ruta del oro que procedía del África subsahariana.

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Historia de Sevilla y al-Andalus