Preludio de la batalla de Guadalete
Los relatos sobre la batalla de Guadalete se basan en las crónicas árabes escritas siglos después de la batalla, en los siglos X y XI. Esta versión es la comúnmente admitida como válida por los historiadores.
En la España peninsular y Ceuta reinaba el imperio visigodo que abarcaba además Portugal parte de la costa mediterránea de Francia hasta Marsella conocida como Septimania. La Hispania visigoda se hallaba inmersa en una disputa por el trono, del que quería apoderarse Rodrigo que contaba con el apoyo de la mayoría de élite de la aristocracia seglar y eclesiástica arrebatándoselo a Agila II, hijo del Witiza el anterior rey, quien posiblemente habría sido derrocado y muy probablemente asesinado.
Al proclamarse rey visigodo Rodrigo se creó una escisión en el imperio, los partidarios de Agila conspiraron contra Rodrigo. Aunque las crónicas mozárabes de la época no mencionan a Agila ni ninguna petición de ayuda a Musa. Se cree que a través del gobernador de Ceuta, Don Julián, pidieron el apoyo al caudillo militar yemení Musa ibn Nusair.
La batalla de Guadalete (711)
Musa ibn Nusair de orígenes inciertos y de quien se dudan incluso de que sus antepasados fueran árabes envió al general omeya bereber Táriq ibn Ziyad, quien Posiblemente tras la ayuda del gobernador de Ceuta desembarcó el 30 de abril de 711, llevando bajo su mando un ejército formado por 12.000 hombres entre negros, árabes y los bereberes que formaban el grueso del ejército, para enfrentarse a 14.000 visigodos, mediante naves que iban y volvían desde Ceuta, fueron desembarcando en un peñón que nombraron como Monte Tariq (Yabal Tariq) actualmente Gibraltar.

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete. Cuadro de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del Prado, Madrid).
El 19 y el 26 de julio de 711 cerca del río Guadalete (Cádiz) tuvo lugar la batalla de Guadalete. Los bereberes contaban con una ágil caballería capaz de efectuar ataques rápidos y letales con la que fueron diezmando el ejército visigodo de Rodrigo con cada barrido que esta efectuaba. Se cree posible que además el ejército bereber recibiera refuerzos para sumarse a los 12.000 soldados que ya había cruzado a Hispania a eso. habría que sumarle la posibilidad de el rey visigodo Rodrigo hubiera sido traicionado desde su propias filas.

En plena batalla los hijos de Witiza, que comandaban los flancos, se separaron del ejército visigodo, dejando al rey Rodrigo en inferioridad numérica y técnica contra los musulmanes lo que provocó destrucción de la fuerza visigoda ante el engaño de los witizianos y el desconocimiento total del modo de combatir bereber. La derrota visigoda dejó via libre a Táriq para llegar hasta Toledo que se encontraba desprotegida al haberse llevado consigo el rey Rodrigo gran parte de las armas de defensa de la guardia real de la ciudad. Toledo no opuso resistencia, a finales del mismo año 711 era tomada. La derrota fue tan completa que supuso el final del estado visigodo en la península ibérica.
Tradicionalmente se ha considerado que entre las huestes derrotadas que huían hacia el norte del campo de batalla y de la caída de Toledo se encontraría muy probablemente Don Pelayo, legendario precursor de la Reconquista tras la batalla de Covadonga.
En la batalla de Guadalete el rey Rodrigo fue derrotado y probablemente perdió la vida a manos de las fuerzas del Califato Omeya . El caballo del rey fue encontrado cubierto de flechas a orillas del río Guadalete, algunos creyeron que el rey podría haber escapado pero seguramente su cuerpo fuera arrastrado por la corriente; la cuestión es que nunca se volvió a saber de él. La derrota en la batalla de Guadalete y sus consecuencias para la península ibérica y España serían decisivas.

Consecuencias de la batalla de Guadalete
Musa, receloso de los éxitos de Tariq, decidió intervenir personalmente en el 712, al mando de un ejército de 18.000 hombres, en su mayoría árabes. Su objetivo era restablecer la legítima autoridad que sólo le competía a él en su calidad de gobernador de Ifriquiya-Magreb.
La expedición, que tenía como meta Toledo, arranca en Algeciras y continúa por Carmona, Sevilla y Mérida hasta que, en la comarca toledana, Tariq y Musa unen sus fuerzas y continúan la ocupación del valle del Ebro, Asturias y Galicia sin encontrar apenas resistencia. La muerte del rey y de la élite cortesana, tanto partidaria como adversaria de Rodrigo, así como la caída de la capital paralizó el sistema político, y la nobleza regional se sometió a los invasores negociando la conservación de su estatus político y económico.
Musa y Tariq fueron llamados para rendir cuentas a Damasco por el califa, y Musa, sin tener facultad para ello, nombró a su hijo Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair siendo éste el primer gobernador (valí) de al-Andalus, cuyo gobierno estuvo orientado al afianzamiento del dominio musulmán.

Hay un debate historiográfico sobre la batalla de Guadalete, tanto sobre la veracidad de algunos detalles, ya que algunos textos son contradictorios, así como de la envergadura de esta batalla, que bien podría haber sido de gran dureza o no haber sido más que un enfrentamiento de unos pocos centenares de hombres; pero sin duda fue la batalla de Guadalete el desencadenante de la instalación musulmana en península ibérica, que supondría la desaparición del reino visigodo peninsular y la presencia musulmana durante siete siglos más.