LOS ALMOHADES Y EL FIN DE LA CRISTIANDAD ANDALUSÍ

Mucho se ha escrito sobre la política del ‘Abd al-califa Mumin hacia las minorías religiosas, que algunos han llegado a comparar con la del fatimí al-Hakim, el «califa loco«. Pero no es cierto que el soberano almohade planteara a cristianos y judíos la opción de convertirse o morir después de conquistar Marraqech en 1147: les ofreció además la posibilidad de irse a tierra de cristianos. En adelante, sólo los judíos y cristianos ricos, que fingen convertirse, continuarán viviendo bajo la autoridad de los «unitarios» (46). En 1154 catorce familias de onomástica arabizada, dirigidas por el arcediano Miguel, de origen malagueño, se establecen en Huerta de Valdecarábanos, a orillas del Tajo. La Chronic Adefonsi Imperatoris constata el hecho cuando señala que en «aquel tiempo muchos miles de peones y jinetes cristianos con su obispo y gran parte de los clérigos que fueron de la casa real de Ali y su hijo Taxufin, atravesaron el mar y vinieron a Toledo» (47).

LOS ALMOHADES Y EL FIN DE LA CRISTIANDAD ANDALUSÍ

Los dimmíes cristianos residentes en al-Andalus también se apresuraron a emigrar a tierras norteñas. Los excesos cometidos por los hermanos de Ibn Tumart al ocupar Sevilla por la fuerza, en enero de 1147, provocan un sálvese quien pueda (48). Los hubo que barruntaron lo que se avecinaba y se marcharon antes. En mayo de 1146 Alfonso VII concedía posesiones en la campiña toledana a Juan Sibilí y otros. No serían los únicos pues, ocho años más tarde, encontramos viviendo en Talavera a Clemente, obispo «electo» de Sevilla, y a los titulares de las diócesis de Niebla y Sidonia, cuya identidad se desconoce. A estos grupos se añadirán otros procedentes de las zonas de Baza, Málaga y Córdoba, que se confunden con los cristianos autóctonos y con los que habían llegado allí con anterioridad. De este modo, los restos de la cristiandad andalusí acabaron concentrándose en el valle del Tajo, contribuyendo a que la lengua árabe se mantuviera en esta zona hasta el siglo XIV (49).

La ciudad de Lisboa, tomada en 1147 por los portugueses y sus aliados flamencos e ingleses, es la excepción que confirma la regla Había en ella una comunidad «mozárabe» con su obispo, que se mostró poco amistoso con los europeos del norte. Por este motivo, el prelado fue ejecutado y sus feligreses condenados a la esclavitud. Se ha dicho que sucedió así porque los conquistadores los confundieron con musulmanes, lo que indicaría el alto grado de arabización de los cristianos lisboetas: en la carta de un cruzado inglés leemos que, con motivo de una epidemia, los cruzados vieron a los supuestos moros abrazando la cruz e invocando el nombre de María Santísima. Pero habría que preguntarse por qué éstos se equivocaron donde había acertado el príncipe noruego Sigurd Jorsalfar, que en 1109 describía a Lisboa como una ciudad mitad cristiana, mitad pagana (musulmana) (50). Es probable que el castigo aplicado a estos «mozárabes» obedeciera al disgusto que provocaba su prolongada cohabitación con los islamitas.

Sea como fuere, después de la caída de Lisboa no van a quedar cristianos en el al-Andalus, se trate de Valencia, Murcia o la actual Andalucía. En este sentido, sabemos ahora que fueron los judíos quienes se alzaron en la zona de Granada tras la derrota de Ibn Hamusk a manos de los almohades (1162). René Dozy vio cristianos donde se trataba de israelitas. Es a estos a quienes se refiere Ib al-Jatib, ya que el siglo XIV, cuando se escribe: No queda hoy más que una pequeña tropa, la cual está acostumbrada desde hace tiempo al desprecio y a la humillación (51).

Siguiente ártículo «Conclusiones sobre los Cristianos en al-Andalus»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Historia de Sevilla y al-Andalus