LA SEXUALIDAD EN AL-ANDALUS

En el siglo XI el cordobés Ibn Ḥazm dejó escrito en El collar de la paloma (1), el mejor y más conocido de sus libros:

«Ni el esponjarse de las plantas después del riego de la lluvia; ni el brillo de las flores luego del paso de las nubes de agua en los días de primavera; ni el murmullo de los arroyos que serpentean entre los arriates de flores; ni la belleza de los blancos alcázares orillados por los jardines verdes causan mayor placer que el que siente el amante en la unión amorosa».

Seis siglos antes, en el Talmud Babilónico (Brachot, 42) se leía:

“Diez medidas de voluptuosidad sexual descendieron sobre la Tierra; nueve de ellas fueron cogidas por los árabes y la décima fue compartida entre los demás pueblos del mundo” (2).

Se nos abre la puerta por la que vamos a entrar en el mundo de la sexualidad andalusí y ya en el mismo umbral encontramos dos elementos que van a sustentar toda la trama: el pueblo árabe y el Islam. Y antes de seguir quiero aclarar, aunque pueda resultar obvio, que gran parte de cuanto aquí traiga referido tanto a lo árabe como al Islam va a serlo también a al-Andalus. La sociedad andalusí tuvo muchos más rasgos comunes con la de Oriente que con la cristiana peninsular. Similitud de lengua, religión y costumbres hicieron que su proximidad con las raíces fuera siempre estrecha, y la caṣabiyya, el espíritu de clan, nunca dejará de estar presente (3). En el campo de la sexualidad se ha mantenido durante mucho tiempo la idea de que las costumbres andalusíes eran mucho más libres que las orientales, pero últimas revisiones sobre tal cuestión han venido a demostrar también en este aspecto su similitud con las sociedades orientales (4). No obstante, habrá momentos en que el protagonismo de al-Andalus sea indudable.

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